A Sócrates le interesaban las definiciones universales
porque para él era posible encontrar conceptos válidos, a diferencia de los
sofistas que eran relativistas.
Para Sócrates el concepto universal no cambia y sigue siendo
siempre el mismo, como por ejemplo la definición de hombre como animal
racional. Aunque cada hombre tiene diferentes características, todo animal que
está dotado de razón es un hombre, aunque actúe en forma instintiva y
alocadamente.
Del mismo modo podemos definir a la belleza, que aunque
parezca un concepto subjetivo su misma definición implica la existencia de un
modelo que la representa en forma universal.
Sócrates le otorgaba importancia a las definiciones
universales porque su mayor preocupación era la conducta ética y según su
cosmovisión, la definición era la base sólida que necesitaban los hombres para
sostenerse en el tembladeral del relativismo sofista.
Estimaba que si se lograra una vez por todas, una definición
universal de la justicia válida universalmente, de modo que no varíe de estado
en estado, según las leyes, se podrá contar con un elemento confiable sobre el
que se pueda edificar la moral sólida en forma permanente.
Con respecto a los razonamientos inductivos, Sócrates no lo
desarrolló estrictamente desde la lógica, como Aristóteles, sino que su método
era la dialéctica o conversación razonada.
Frente a cualquier palabra digna de discusión, manifestando
ignorancia, le pedía a aquel que la había empleado, su significado.
La descripción la recibía con beneplácito, solicitándole sin
embargo la aclaración de las dificultades que él observaba.
De ese modo, dirigiendo el rumbo de la explicación de su
interlocutor, ponía en evidencia lo inadecuado de la definición obligándolo a
modificarla hasta llegar al concepto correcto.
La finalidad de todo este proceso era encontrar una
definición universalmente válida, con un razonamiento de lo particular a lo
universal.
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