Alguna vez te has preguntado qué llevó al ser humano a
explorar los fondos marinos, a escalar las montañas más altas, a poner los pies
en la superficie lunar o a enviar varios robots a Marte? La curiosidad es un
instinto natural que confiere una ventaja de supervivencia a ciertas especies,
posibilitando el conocimiento de su entorno y favoreciendo conductas de
adaptación al miso. Es el aspecto emocional que engendra en los seres vivos
conductas de exploración, investigación y aprendizaje. En el caso de los seres
humanos la curiosidad es la base sobre la que se apoya el desarrollo científico
y tecnológico, y en el que debería basarse el proceso educativo y de formación
de los individuos de nuestra sociedad.
El ser humano en sus etapas más tempranas del desarrollo
muestra una gran curiosidad por sí mismo, por los demás y por su entorno. En
los niños más pequeños podemos apreciar ese indicio de curiosidad por observar
todo lo que les rodea, así como alcanzar y manipular los objetos que tiene a su
alcance. Todo este proceso dota al niño de información que le será muy útil en
su proceso de aprendizaje. Lo lamentable es que conforme vamos creciendo parece
que nuestra curiosidad va disminuyendo, ya sea porque la educación que recibimos
provoca que asociemos el aprendizaje con algo aburrido, mecánico y carente de
valor para nuestro día a día, o por determinados aspectos culturales que nos
hacen entender que la curiosidad está mal vista ―téngase en cuenta el refrán
«la curiosidad mató al gato»― puesto que se asocia con temeridad y falta de
precaución.
El experto en neurociencia Charan Ranganath parece haber
demostrado que la curiosidad prepara al cerebro para el aprendizaje y la
memoria a largo plazo. Para ello realizó un estudio en el que a los
participantes se les hacía una pregunta, y 14 segundos después se les mostraba
un rostro de forma aleatoria. Se puedo comprobar que cuanto mayor interés
generaba una pregunta, más se favorecía una mayor eficacia a la hora de
recordar, ya que los sujetos no solo recordaban mejor la respuesta, sino que
también el rostro de la foto que habían visto 14 segundos después de la
pregunta.
La curiosidad también es la base del desarrollo del talento.
Esto ocurre porque primero encontramos algo que llama nuestra atención y nos
interesamos por ello. Después la curiosidad nos lleva a buscar más información
sobre ese tema, y finalmente profundizamos en ese campo desarrollando una serie
de habilidades concretas. Por ejemplo, podría darse el caso de que en un momento
determinado nos llamase la atención ver a alguien patinando por el paseo de la
ciudad costera que solemos visitar. Posteriormente buscaría información sobre
qué equipaje necesito para patinar, qué patines son los que mejor se adaptan
para un patinador novel o cuáles son los mejores lugares para empezar.
Finalmente me iniciaría en la práctica del patinaje de forma gradual, e iría
desarrollando las habilidades necesarias para desenvolverme en este deporte.
Cuando una actividad concreta despierta nuestra curiosidad,
esto promueve nuestras emociones positivas, nos permite fijar la atención en
ella, facilita la toma de decisiones complejas y posibilita un aumento de la
perseverancia necesaria para alcanzar las metas. Por todos estos motivos, los
maestros que consiguen despertar la curiosidad en sus alumnos consiguen que
éstos encuentren la experiencia del aprendizaje más satisfactoria y obtienen
mejores resultados.
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