Anverso
No veo
tu sonrisa entre mis labios
apurar
la prolongada espera
en tu
abandono de luciérnaga a la noche;
sólo
tengo asida entre mis brazos
la
inexpresable lucha
de
penetrar en el bosque sin fondo de tu sueño
que
empieza en la penumbra.
Sólo
el afán de arañar las escamas de la tierra
y
volcar la savia del origen
en tu
canasto de riveras blandas,
para
encontrarte a ti,
en el
hueco de tus verdes plantaciones
como
un todo revuelto entre mis manos.
Sólo
mis párpados abiertos
confundidos
en el incendio de absorberte
en tu
acuario de humo,
bajo
la soledad de unos cerebros desyelmados.
No veo
tu presencia desdoblada
ahondarme
y contenerme,
sólo
mi furia de hombre
en las
grietas de ti misma
persiguiéndote
sin alcanzarte.
Sólo
la noche posada en tus cabellos,
la
noche raspándonos los ojos,
la
noche uniéndonos y separándonos
como
división eterna entre los cuerpos.
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